¿Qué es inclusión educativa? Estrategias en el aula y escuela.
En un año de cambios legislativos en materia de educación, y aún con las dudas de lo que sucederá con la última ley educativa promulgada desde la administración, conviene preguntarnos por un tema tan importante como la integración y la inclusión educativa en el aula.
La integración educativa representó sin duda un punto de inflexión en el desarrollo de políticas y prácticas de atención a la diversidad escolar y social. Un camino que se abría en 1985, con la publicación del R.D. de Ordenación de la Educación Especial, legalizando el programa experimental de integración educativa. Se trataba, por tanto, de un cambio radical que rompía con un modelo excluyente y deficitario, y que la promulgación de la LOGSE en 1990 ayudaría a transformar, apostando claramente por los principios de integración y normalización, e introduciendo el concepto de Necesidades Educativas Especiales (NEE) en su desarrollo legislativo. Sin embargo, después de más de 30 años desde la publicación de aquel R.D., este importante movimiento de integración escolar ha venido siendo objeto de críticas desde la teoría y la práctica educativas.
Tras muchos años de investigación y prácticas educativas, la integración escolar se concibe como un modelo que representó un gran avance en una cultura escolar, hasta entonces segregadora, pero un modelo que representa solo el paso hacia nuevas prácticas, que vayan más allá de la simple reubicación del alumnado con NEE, superando el etiquetado del mismo, abandonando esa concepción que subyace al término de integración, y que orienta la acción educativa hacia aquellas personas que ya han sido excluidas previamente de la sociedad y de la vida escolar, intentando que se adapten a la misma. Prácticas que conllevan, si no somos capaces de reflexionar y actuar sobre ellas, la producción constante de grupos diferenciados, contribuyendo a la segregación y exclusión escolar que se trata de cambiar.
Frente a esta realidad, tanto la investigación social y educativa, como el conjunto de profesionales que desarrollan sus prácticas en relación con la educación especial, han ido abandonando los referentes que sitúan la actuación sobre el alumnado con “problemas”, para encaminarse hacia la búsqueda de actuaciones que promuevan una transformación de la escuela tradicional, adoptando prácticas inclusivas que acojan la heterogeneidad como un valor para el desarrollo de aprendizajes de calidad, y conformando comunidades de aprendizaje que integren a los distintos actores del proceso educativo: familias, profesionales de la educación y comunidad.
El artículo 24 de la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad de 2006, propone un sistema de educación inclusiva a todos los niveles bajo los principios de normalización, igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal. La cultura inclusiva y el desarrollo de escuelas inclusivas se convierte así, en el objetivo principal a alcanzar desde nuestras aulas, como punto de partida hacia el pleno desarrollo de los aprendizajes de todo el alumnado de nuestras escuelas, así lo hacen ver la Conferencia Mundial de Tailandia y la Declaración de Salamanca en 1994, planteando la “Educación para Todos” y el modelo de educación inclusiva como un método de trabajo para alcanzar una mayor equidad y calidad educativa para todo el alumnado, sin excepción alguna; y, sobre todo, como una forma de lucha contra la exclusión y la segregación en nuestros centros educativos.
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